El miércoles fui a la TPA. Ya véis, cuando el diablo no tiene que hacer... Y me sorprendió. No era ni la primera ni la segunda vez que iba. Pero las otras veces fue a hablar de música sacra, del Ciclo y esas cosas: y siempre era una grabación. Esta vez fue para hablar de mi vida sacerdotal. Me gustó.
Ciertamente no es que tenga un ansia tremenda por salir en la tele... no es eso. Pero me alegra que por una vez llamen a un cura y no por un escándalo o similar.
Ser cura no es nada fácil, la verdad, pero la suerte que tengo -aparte de poder hacer lo que me gusta- es la de tener unas parroquias con una gente tan genial. En Cabranes es muy fácil ser cura. (Bueno, siempre tengo la excepción de Lau, que no hay manera de que vuelva a la Iglesia a rezarme el rosario).
Bien sabe Dios que estos años me han pasado volando, con lamisma rapidez con la que me ha caído mi estupenda melena rizada: pero ha merecido la pena. Habeis sido los cabraneses los que me habéis enseñado lo que no se enseña en el Seminario: a veces con dolores, enfados y disgustos, otras -las más- con un día a día de lo más normal.
Ya veis: ¡hasta salís en la tele!
Y cómo no, un recuerdo agradecido a María del Cueto, que ha sido otro de los grandes descubrimientos televisivos. Así da gusto hablar.
Hasta la vista, alpinistas!
COSAS DE LA TELE: EL CURA DE CABRANES
ResponderEliminarHay gente que te cae bien de un simple vistazo.
No sé la razón, pero hay personas con las que sintonizas en la primera frase. No hace falta tener gustos similares ni cosas en común, es cuestión de feeling, se tiene o no se tiene.
A mi me pasa con la gente campechana, sana y tranquila, aquella que no tiene prisa por marchar o a la que le interesa el cultivo de los tomates aunque no tenga nada que ver con su profesión u oficio.
Hoy descubrí en plató al cura de Cabranes.
Un tipo especial, con los pies en la tierra y amigo de sus amigos. Un cura moderno, con facebook, al que le gusta tomar el vermout con sus vecinos, comer pizza y ver pelis los viernes.
La iglesia necesita más curas como él.
Fuente: EL CUARTÍN DE MARICUENTO