Ayer cené con un personaje interesante. La verdad es que lleva poco tiempo aquí, pero a pesar de que nuestros encuentros han sido breves y en intervalos prolongados, lo que muestra de su personalidad es bastante atrayente.
Tiene muchas cualidades: gran conversador, buen anfitrión... pero tiene un don muy peculiar. Es de lo más sincero.
Yo, en ese campo, le envidio. Sabe ser claro, no se deja avasallar... pero su contundencia sigue la máxima medieval: puño de hierro en guante de seda.
Oh, no, no... no ha sido brusco, o al menos no tanto como yo, la verdad.
Admiro a la gente así: sincera, clara, contundente, con la que se puede intercambiar opiniones porque no busca ni adeptos ni afines, sino un intercambio de ideas y palabras que tratan de convencer, no de vencer.
Solo una pena, una lágrima, una pena. Este mundo, nuestro mundo, necesita gente como él si quiere oxigenar y responder a una sociedad cansada y cansina. Ojalá la hiedra trepadora no le abrace con la amargura que todo lo reseca, que todo lo tapa, que todo lo ahoga.
Hasta la vista, alpinistas!
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