Ayer por la tarde me escapé hasta el Santuario de Nuestra Señora de Covadonga. Allí fuimos el Arciprestazgo de Villaviciosa a confesar. Esta feliz iniciativa nacida en Cabranes hace ya siete cuaresmas va consolidandose con propios... y extraños. No obstante, no queriendo centrarme en la tan agradecida solemne normalidad litúrgica tan extraña a nuestros tiempos, quisiera compartir con vosotros la alegría que ayer despertó en mi al escuchar a la Escolanía del Santuario. Hay que destacar la labor de Fernando y Jorge que, con ahínco, han sacado adelante esta agrupación coral de tanta solera. Y si bien es cierto que nada hay más delicado que un coro de niños y de jóvenes (pues no vale con cantar como en el chigre), ni nada tan sujeto a los vaivenes de la edad, ayer dieron muestra de equilibrio sonoro, litúrgico y musical. También me sorprendió con enorme satisfacción el escuchar un conjunto instrumental durante la purificación de los vasos sagrados. Es cierto que habrá quien ponga el grito en el cielo: ¡música instrumental en cuaresma!... pero será eso lo único que podrán decir, pues -al menos lo que yo pude escuchar- ha sido todo muy cuidado y bien seleccionado. Ayer (y unas vísperas que escuché en adviento) pude ver que otra música litúrgica es posible, que hay vida más allá de otras historias, y que el trabajo siempre da su fruto. Felicidades y muchos ánimos a quienes fomentan y alientan este trabajo. Y ahora... al sacamuelas. Os aseguro que, una vez más, voy presa del terror. Ciao, pescao!
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